Búsqueda

7 ene 2010

La mística en los movimientos de izquierdas o la fuerza de la mayoría económicamente débil (Carta a un titiritero 2)

Ciertamente, fue un verdadero reto para el intelecto el leerle a usted. Un intelecto, dicho sea de paso, del que, cada vez más, desconfío desde el momento en que me percaté de que la falacia fundamental de éste (intelecto usado) es confundir las “representaciones del Mundo” que mediante él nos hacemos, con “el Mundo en sí”; como si la palabra perro ladrara -haciendo referencia a la expresión que usted mismo usa- Que como dijo el semántico A. Korzybski “el mapa no es el territorio que representa” y como dijo el físico e historiador de la Ciencia Thomas Kuhn “el paradigma científico se suele confundir con un cuadro fiel de la Realidad, en lugar de acogerlo como plano útil, aproximación ajustada y modelo para la organización de la información conocida. Esta confusión del mapa con el territorio es típica de la historia de la Ciencia y, según muchos, de la historia de la Humanidad”. Usted también -he creído entender- parece haberse percatado -como tantos otros- de esto. Lo he creído así por su empleo de expresiones como la verdad escurridiza y la falacia narrativa y por la frase, con la que termina su exposición, “no confundamos el mundo con la imagen que hemos hecho de él”. Sin embargo, me queda claro que no me expresé todo lo bien que se pudiera en mi anterior intervención, pues no conseguí hacerle ver en ella que, precisamente, no me mueve “una imagen hecha del Mundo”, sino todo lo contrario; y que, como a Thomas Kuhn, hasta los mismos modelos científicos que tratan de explicarnos el Mundo me parecen meras representaciones; ajustadas, pero representaciones, al fin y al cabo. Como el cuadro que representa un paisaje, pero que no es el paisaje en sí.

Pese a que, finalmente, nos hemos alejado de la cuestión original y pese a que estamos condenados, me temo, a nunca encontrarnos intelectualmente hablando, por movernos en ámbitos del Conocimiento distintos, me siento motivado a replicar a su elaborada crítica hecha a mi noción de “Hombre”. Usted dice, acertadamente, que la palabra “Hombre”, si es nacida en el intelecto como una categoría, no es más que un “objeto virtual” divorciado de la Realidad sensible -la que nos ofrecen los sentidos- El Hombre al que me refiero, en cambio, no es un objeto virtual de la mente, sino una experiencia viva de los sentidos. Trataré de explicar porqué... Continúa usted diciendo, desde la perspectiva puramente lógica, que incluso dos clones humanos son distintos por ocupar, al menos, espacios distintos. Ocuparán, además, tiempos distintos si uno de ellos muere -porque éste no ocupará tiempo alguno- o cuando uno de ellos se mueva a una velocidad próxima a la de la Luz; de acuerdo con Einstein y si famosa Teoría ; ) Por esto, todos los hombres serán diferentes (pero, además... ¿distintos?). Se acerca un poco más a mi idea de Hombre defendida, cuando sugiere a este “Hombre” como “una especie de mínimo común divisor”, como una especie de “esencia” que existe en cada uno de los hombres individuales-reales. Añade, que este Hombre reducido a la mínima expresión desemboca en un Ser vivo... muy bien... por ahí van los tiros... Y, desde esta premisa, la del Hombre como mero Ser vivo, concluye que lo que caracteriza, en última instancia, a un Ser vivo es, “nada más y nada menos que la voluntad de Poder; o una expresión minimazada de éste: el instinto de supervivencia”. Creo, sin embargo, que la “voluntad de poder” y el “instinto de supervivencia” son dos movimientos diferentes. El primero, puramente noético; el segundo, puramente biológico. El animal no busca el poder (por el poder), sino, exclusivamente, el cubrir sus necesidades biológicas de alimento y reproducción. Y, para esto, obviamente, tiene que procurárselas para mantenerse vivo. Pretender que la fuerza usada para alimentarse y procrear, sea una invocación de poder, me parece que es no definir muy bien lo que es “el poder”. El animal sólo necesita satisfacer sus necesidades biológicas, el hombre, como el ser-pensante que es, necesita, además, cubrir sus necesidades “ideológicas”, que ya no son gestadas en su cuerpo, sino en su mente. Y es en la génesis de estas necesidades ideológicas en donde se origina la idea de poder, como el querer el control más allá de lo que el cuerpo necesita hacia lo que, además, la mente se imagina y quiere. Hablo de una necesidad de poder creada por la demanda de la imaginación; un poder que, dicho sea de paso, no está en su corazón -en su esencia-, sino en su ego, gestado posteriormente. Fenómenos psíquicos como el deseo de poder, como la preocupación que deriva en la ansiedad,... son atributos propios del ser-pesante, del hombre con minúscula, no del animal. Una leona, cuando mata a una gacela usando su fuerza y se la come no piensa “me siento poderosa!”. Tan sólo siente que aplaca su hambre. Un león, cuando cubre a una leona, tras haber derrotado a otro león, al que jamás mata, no piensa “me siento poderoso!”; tampoco piensa “qué polvo he hechao!”. Tan sólo aplaca su energía sexual. Del mismo modo, la gacela en medio de la sabana no sufre de estrés por pensar que los leones comparten su mismo espacio físico, y esto es porque no se pre-ocupa del león cuando no está, sino que se ocupa de él cuando está. Las gacelas no tienen la capacidad cognitiva de pensar en el futuro o en el pasado ni de pensarse a sí mismas, por tanto, no pueden pre-ocuparse por lo que vendrá ni frustrarse por lo que son. Esto las convierte, en cierto modo, en una especie de “felices ignorantes”.

Créame, el “estado natural” de todo Hombre, de todo ser vivo -una vez tiene cubiertas sus necesidades biológicas- es la Serenidad y, en tanto que esto, la Felicidad. Y la verdadera Vida empieza aquí, en esta “Felicidad innata” que precisamente empieza a deshacerse cuando empezamos a “pensar”, a “desear con el pensamiento cosas que no están o no son realmente aquí y ahora” y a “reflexionar el porqué de que no estén”. La Verdadera Felicidad -que es “sencilla”- es ya en sí misma, no mediante la consecución de algo. La otra, la de la obtención final -en el futuro pensado- de algo que no está ahora aquí, es tan sólo un sucedáneo de esta primera e innata que hemos ahogado con nuestros pensamientos -como asfalto echado en tierra fértil, decía en mi intervención anterior- Por tanto, como digo, el Hombre empieza a ser infeliz cuando empieza a “pensar” y, por medio de este pensamiento, a “pre-ocuparse” y a “desear”. El Hombre se vuelve malo (sin tan siquiera darse cuenta) y destruye más de lo estrictamente natural, cuando se crea miedos y necesidades por medio de la imaginación y del intelecto. Nuestras mentes débiles, por otro lado, son fácilmente envenenadas con los mensajes subliminares de miedo de los políticos, que piden nuestra libertad a cambio de seguridad, y con los mensajes del libre mercado que invitan al consumo, que inyectan el deseo en nuestras almas. Nuestra mente, no obstante, es un maravilloso instrumento que nos ofrece lo mejor y lo peor. Lo mejor, se obtiene cuando esta mente madura lo suficiente como para no permitirnos ser manipulados, para, más tarde, poder retomar esa Felicidad innata, propia de los animales, pero esta vez de forma “consciente”; no ignorante, como ellos. Hablo de una felicidad “consciente” sencilla e innata elaborada desde el pleno “yo soy”, anterior a pensamiento alguno. Un “yo soy” que, dicho sea de paso, es el mismo para todo Hombre. Este sentimiento de “yo soy” básico es una réplica exacta en cada Hombre y Mujer. Así, el “soy, luego existo” nos muestra como esencialmente iguales, mientras que el famoso “pienso, luego existo” -de Descartes- nos convierte en seres-pensantes diferentes, pues todos pensamos distintos pensamientos. Y este sentimiento de “yo soy”, anterior al pensamiento de “yo pienso”, es el que nos permite, finalmente, retornar de forma plenamente consciente a esa “Felicidad innata”, y a esa “esencia” igual de todo Hombre, no como mera elucubración mental -como usted sugiere- sino como pura experiencia sensible inmersa en una Conciencia no-nacida. Hablo de una “esencia”, que es “felicidad innata”, que está enterrada entre tanta basura mental que vertemos a lo largo de cada día que pasa de nuestra maravillosa Vida. Desterremos, todos los Hombres, todos esos residuos mentales de los que hablo, y que nos crean tantos miedos y necesidades, y todas las preguntas que usted me plantea ya no tendrán sentido... Y, como esto no sucederá -al menos no en mucho tiempo-, sólo me resta ser un mero espectador del Universo fluyendo en un equilibrio esquisito, que no alcanza a entender raciocinio alguno. En el que, aunque este Mundo nuestro explote mañana mismo con diez bombas atómicas, Él seguirá fluyendo en un perfecto equilibrio en el que nosotros habremos sido nada más que un grano en el culo de Dios.

Sintiendo que me he alejado un poco del hilo argumentativo elaborado entorno a su crítica, continúo observando que usted dice que “el error fundamental de Platón fue su Teoría de las Ideas”. Que “influido por Sócrates inventó un ultramundo de formas perfectas (Ideas), y un mundo real de malas copias”

En realidad, opino que la “idea de Hombre” como “mínimo común divisor” que defiendo, como “esencia”, como Ser vivo no-pensante (o anterior al pensamiento) pero plenamente consciente, equilibrado y feliz por naturaleza, y que es contraria al Ser vivo natural despiadado que usted se ha figurado, está en relación íntima -de hecho son lo mismo- con la Idea de Hombre que se deriva de la Teoría de las Ideas Platónica . Es decir, mi Hombre como mínimo común divisor, o esencia del Hombre, y la Idea de Hombre de Platón, son el mismo Hombre. Y ese Hombre, ni está divorciado de la Realidad, como una mera Idea que genera un objeto virtual -como usted sugiere en su primera crítica-, ni en su estado natural (interno, de esencialmente ser) es un ser despiadado -como sugiere en su segunda crítica-.

A mí me parece, como he expresado, que este Hombre Platónico (como Idea) no está en alguna especie de “otra dimensión imaginada”, y que el principal error de “el pensador” de Occidente fue “pensar” precisamente esto; que la Teoría de la Ideas Platónica era una mera “figuración mental”. Algo de la misma naturaleza -exclusivamente mítica-imaginativa- que un Unicornio o, en el mejor de los casos, algo de la misma naturaleza -exclusivamente racional-especulativa- que una ecuación. Bien es cierto, que Hombres como Platón fueron los “primeros pensadores en términos racionales”; sin embargo, opino que su capacidad de “raciocinio”, de “abstracción puramente mental especulativa” -como habilidad cognitiva que se afianzaría, más tarde, de forma generalizada- no es el origen de su famosa Teoría de las Ideas. Es decir, ésta no nació como una mera abstracción -racional, en la mejor de sus interpretaciones-, sino que, más bien, él usó la Razón, que empezaba a emerger como instrumento, para “representarnos” al resto de mortales el estado cognitivo presente en el “simplemente Ser”; en el “soy, luego existo” anterior al “pienso, luego existo”, en donde todos los Hombres se igualan a cada uno y en donde aparece la “esencia” de las cosas como Ideas puras, sencillas y perfectas. Un estado cognitivo al que él había aprendido a acceder, probablemente, por medio de su Maestro Sócrates. Cuenta Bertrand Russell, en su libro Historia de la Filosofía, que éste (Sócrates) se quedaba horas inmóvil, y estoy casi convencido de que “sin pensar”, como en las prácticas orientales de meditación. De ahí su famosa frase: “sólo sé que no sé nada”. No porque no fuera un hombre culto, o dejara de serlo. Sino porque, en esos largos períodos de inmovilidad sin pensamiento, el ser “consciente” que no deja de “ser” en ningún momento, es un “ser” sin “saber”, sin “pensar” -pues se sabe por medio del pensamiento-. Por tanto, nuevamente, Sócrates supo que antes de “existir porque pensaba”, él ya “existía porque, simplemente, era”-y en este mero ser/existir, nada más sabía-. Hecho, éste, dicho sea de paso, que sólo puede ser conocido mediante nuestro cerebro desarrollado. La mayoría de animales no saben que “son”, por tanto, ni siquiera saben que existen -lo demuestra el hecho de que muy pocos mamíferos tiene la capacidad de reconocerse en un espejo-.

Así, en este yacer en el Ser no-pensante, en este estado cognitivo, que Sócrates expresó hace dos mil y muchos años mediante la frase “sólo sé que no sé nada”, todo Hombre se percibe como “esencialmente” igual a otro Hombre. No sabe nada más. Sólo percibe al Hombre, como la mínima expresión cognitiva que nos representa en nuestro cerebro “una realidad inmediata que no es previamente interpretada por información aprendida alguna”. Ésta es la Verdad primera -como mirar a los verdaderos objetos del interior de la caverna iluminados por el fuego, en lugar de a sus sombras-. Aquí, la mente es como un espejo que no retiene nada, todo lo refleja (no crea conceptos estáticos). Aquí, en lo que se ve no se proyecta la idea sólida que se ha gestado sobre lo visto, no creando, así, un “objeto externo”, como una copia de “lo pensado”. No creando, por medio de la proyección de “la idea” sobre “lo visto”, el verdadero “objeto virtual”, que es el que tomamos como “real” -permaneciendo, así, en el interior de la caverna mirando tan sólo a las sombras de los objetos, que tomamos como reales-. Y, de esta manera, por medio de este estado de no-saber, de no crear conceptos que se proyectan sobre el Mundo creando los objetos, es como se perciben las formas perfectas del Universo sensible -el que recibimos a través de los sentidos-. Formas perfectas, la del Hombre, la del Árbol, la de la Hoja que cae de él... y estas formas perfectas, que son las Ideas básicas que pueden ser pensadas acerca de lo visto, son, considero, el fundamento de la Teoría de las Ideas Platónica; son sus Ideas Puras. Así, desde este nuevo enfoque dado, las Ideas Perfectas no serían una invención o una abstracción del intelecto divorciado de la realidad sensible -de los sentidos-, que se hallarían en alguna especie de ultramundo sustraído de la mente, como en otra dimensión inventada. Las Ideas Perfectas de Platón, en general, y la Idea de Hombre, en particular, como esencia de todos los hombres, como el Hombre en cada uno, no serían, como los “pensadores” occidentales creen, una mera elucubración mental de un noble griego que se aburría por no tener nada que hacer, ni, en el mejor de los casos, como les gusta pensar a la mayoría de los físicos y matemáticos, tampoco serían una pura abstracción racional, eternamente viva en las Leyes del Universo. Poco tienen en común la Idea de Árbol y la ecuación V=S/t, por ser la primera, información de naturaleza meramente sensible (o de los sentidos) y la segunda, información puramente mental e intelectual (no podemos ver la ecuación, ni tocarla, ni olerla...). Así, estas Ideas -importante hacer notar esto-, antes que el producto de una mera elucubración o de un discernimiento mental abstracto, son “la mínima expresión cognitiva que el Hombre puede llevar a cabo”, en donde el objeto no se nos aparece en el intelecto por como se le designa (meras copias imperfectas o sombras en la caverna), sino que se nos aparece en la conciencia por lo que, sencillamente, es -mediante la aprehensión sensorial directa, anterior a pensamiento alguno, anterior a designación alguna; en una inmediatez en donde "no hay una palabra que represente a la cosa (la Idea en sí)"-. Porque, efectivamente -como sugirió Aristóteles-, “la palabra perro no ladra”, o, para ser más concretos, su "significado, no ladra". La palabra perro aprendida nos impide ver al “perro en sí”; a su Idea básica y perfecta, que se adivina cuando no hay intermediación entre "el que ve" y "lo visto". Aquélla a la que se refiere Platón y que no se halla en alguna especie de más allá, como digo, sino en la inmediatez del aquí y justo en este momento. Y es en esta pura cognición, elaborada en el yacer en el Ser no-pensante, que es un ser cognitivamente desenfocado y atento, que es una Conciencia no-nacida, en donde se gestan las Ideas Platónicas (básicas y perfectas, no abstractas y perfectas) en donde yo veo a los hombres esencialmente iguales al vaciar mi mente de cosas aprendidas y meramente representacionales, que adoptan la forma de conceptos relacionados con teoría genética, diversidad cultural, ideologías políticas... (el mapa no es el territorio que representa).
Y en donde, finalmente, en una última vuelta de tuerca, por medio del súbito fogonazo iluminativo que pone de rodillas al más arraigado de los escépticos, paradógicamente, ya no hay ni aprehensión directa (ni no directa), ni Ser no-pensante (ni ser pensante), ni Conciencia no-nacida (ni conciencia nacida), ni Hombres esencialmente iguales (ni hombres diferentes); en donde se nos termina revelando "la Belleza, la Bondad y la Verdad Platónicas" del Mundo como Brahman (dirían los hindúes), como un conjunto indiviso acerca de lo que nada puede ser dicho y en donde un silencio atronador lo dice todo.

Y es de esta experiencia (del yacer en el Ser ni pensante ni no-pensante), de donde bebieron los Místicos de nuestro pasado y los Sabios del pasado de Oriente. El no-daño, el respeto a la diversidad gloriosa del Mundo como las múltiples expresiones del Hombre, en definitiva, la Compasión que mueve al “pleno encuentro con el otro en la desnudez sencilla del simplemente Ser”, se gestó aquí, en este estado de simplemente Ser, de esencialmente Ser; en donde se re-conoce la esencia Igual del Hombre a la que hice referencia, y que es anterior a cualquier Cultura dada. Y esta Compasión, con sus múltiples expresiones, brotó como reacción al “daño porque sí” gestado en una mente no-natural o distorsionada que pensó mucho y mal o, en el mejor de los casos, como reacción al daño gestado en la defensa de “ideologías” que nos crean unas “imágenes del Mundo” que no son el Mundo en sí; todas estas imágenes, formas de etnocentrismo que tienen su raíz en el egocentrismo de cada mente -individual- pensante que, dicho sea de paso, hace creer al que la usa que simplemente existe porque piensa... Pienso, luego existo... jejej... Aquí, en el yacer en el Ser no-pensante, uno se percata, como dije, de que no “existe porque piensa”, sino que, antes de esto, “existe porque, simplemente, es”. Así, antes que el “pienso, luego existo” es el “soy, luego existo”. Antes de un ego que piensa hay un Ser que “es”. Un Ser que, paradógicamente, deviene “consciente”, no sólo tras aparecer el pensamiento, sino además, tras agotarse las posibilidades de este pensamiento. O, dicho de otra manera, el Ser se hace “consciente” (se re-conoce a sí mismo) cuando las limitaciones del pensamiento se muestran en el intelecto o, de otra forma expresado, cuando este intelecto (usado) “se da cuenta” de sus propias limitaciones inherentes a él mismo.

Hablo de un “Ser sido a sí mismo” que ve en la inmediatez del momento presente la infinidad de formas “perfectas” de la Naturaleza, como las Ideas Perfectas de Platón, que no están divorciadas del Mundo, sino que son el Mundo “en sí” (desnudo de representación mental alguna); y en donde Él Mismo -el Ser- y “lo visto” son, simultáneamente, lo Verdadero, lo Bello y lo Bueno (de Platón). Así, concluyo que el Hombre es bueno en su naturaleza más intima (naturaleza interior), y la Idea de éste Hombre no está en el más allá, sino que es tan inmediatamente aquí, tan profundamente adentro, de forma tan obvia, que usted no se da ni cuenta.

Esta es, finalmente, mi exposición, no he sabido expresarlo mejor, sólo sé percibirlo. Realmente, los que iniciamos el camino de Sócrates, de Platón, de los Místicos de Occidente y los Sabios de Oriente, no sabemos expresarlo, sólo percibirlo; porque, en última instancia, nos damos cuenta de que la palabra no es nunca la cosa que representa. Efectivamente, nuevamente, “la palabra perro no ladra”; en esto, Arístóteles tenía razón pero, por todo lo anterior, creo que Sócrates y Platón ya lo sabían antes que él.

Y de esta “experiencia viva” que vagamente he conseguido expresar, creí entender que se derivó toda una teoría política que se trató de proyectar en las organizaciones sociales, mediante los movimientos de izquierdas. No en vano, Jesucristo y Buda, como Sabios de este movimiento, y no como Dioses en la tierra, son los primeros que trataron de verter este Conocimiento en un sistema de organización social. Algunos dicen que fueron los primeros hombres de izquierdas. Pero puedo haberme equivocado, y, como usted dice, estos movimientos de izquierdas pudieron, posteriormente, tan sólo haber surgido de la simple traslación del poder desde la minoría (económicamente) fuerte a la mayoría (económicamente) débil. La unión hace la fuerza, dicen. Entonces, éste sería un simple cambio social por fuerza sin nada, o con bien poco, de cambio de Conciencia.

Siento, no obstante, no haber economizado más. Por otro lado, no tiene mucho sentido que nos continuemos rebatiendo; esta argumentación y contraargumentación podría hacerse interminable pues, como he sugerido al principio, hablamos desde experiencias de la Vida diametralmente opuestas. Usted, lo hace desde el más puro intelecto y yo desde la experiencia de la casi ausencia de éste -si bien, más tarde, me valgo de él, como herramienta, para expresar dicha experiencia del Ser no-pensante-. Usted, con su verdad en su plano de investigación, y yo, con mi verdad en el mío, estamos predestinados a no encontrarnos nunca; como el Teólogo y el Científico hablando del Cielo y la tierra irreconciliables.

No hay comentarios:

Publicar un comentario