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4 ene 2012

Nietzsche, Apolo y Dionisos

   Haciendo un análisis de la cultura griega a través de sus dioses Apolo y Dioniso, Nietzsche nos transporta a los conceptos de cultura, estética y orden social asociados al dios Apolo, para él artificiales e ilusorios ya que son construídos socialmente, en contraposición con los de contracultura, deconstrucción estética y anarquía asociados al dios Dionisos, para él verdaderos en tanto que nos arrojan de nuevo al mundo natural o Naturaleza.

   De esta manera, extrapolando esta dicotomía apolíneo/dionisíaco a la cultura contemporánea, podemos decir por ejemplo que asistir al club social (náutico, de tenis, golf,...) al que el individuo está inscrito se considerará una expresión apolínea de nuestra cultura actual, mientras que el trasnochar en una rave improvisada en una playa alejada en donde se escucha música electrónica y se ingieren grandes cantidades de alcohol y drogas se revelará como una expresión dinosíaca de esta misma cultura actual nuestra, en su expresión más contracultural.
Mientras que en la primera el Hombre mantiene el gusto por la norma y lo estético consensuados, en la segunda el Hombre transgrede la norma y la estética, para él artificiales, y se entrega a la “comunión” del grupo ya alejado de la ciudad legislada; y lo hace a través de la pérdida de individualidad y consecuente fusión con el grupo y el entorno natural propios de la embriaguez producidas por el alcohol, las drogas y la música estridente.
Así, mientras que el primero se percibe a sí mismo como el buen ciudadano que en su moderación y autocontrol contribuye al orden social, el segundo se percibe a sí mismo como el Hombre liberado momentáneamente del yugo de la artificiosa cultura limitante.

   A veces pareciera que Nietzsche, en su afán de que seamos más auténticos, nos invitara, incluso nos empujara, a trasgredir las normas estéticas (apolíneas) y entregarnos al instinto (dionisíaco).
En mi opinión, la búsqueda de equilibrio y autocontrol de Apolo así como el exceso y caos de Dionisos son, como bien sugiere la cultura griega y el mismo Nietzsche, dos opuestos pero complementarios; y, en tanto que esto último, añado que posiblemente conciliables en un orden mayor plenamente vivencial que sólo podrá conocer e integrar en su existencia particular, aquel valiente investigador de la Vida que haya salido de la seguridad de la cultura de Apolo que le vio nacer y, con nocturnidad y alevosía, se haya entregado momentáneamente -como si de un antropólogo en un ritual de iniciación de una tribu amazónica se tratara- a la contracultura de Dionisos, de manera que -en la misma forma en que el antropólogo extrae el conocimiento de los aborígenes, lo toma para sí y lo integra en su vida cotidiana- éste vuelva a su rutina diaria integrando lo mejor de cada mundo, el cultural y el contracultural; esto es, la libertad interior del Hombre engendrada por el Dios Dionisos discurriendo sin resistencia como agua fresca de lluvia que cae y es amablemente direccionada por las calles de la ciudad bella y ordenada del Dios Apolo, limpiando la polución del asfalto geométricamente distribuido, intoxicado de partículas de goma de neumáticos, colillas de tabaco, tickets de cajeros, folletos publicitarios y alguna que otra lágrima ya reseca en el pavimento.

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