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12 mar 2013

Acerca de la verdadera libertad

  El deseo de libertad para hacer lo que a uno en cada momento le place y la inevitable necesidad de hacerlo es en realidad esclavitud del placer.
Ésta, básicamente, es la definición que la sociedad (hedonista) actual da al concepto de Libertad: posibilidad de hacer a cada momento lo que uno desea hacer; y ése su error fundamental, pues al ir continuamente buscando el placer nos tornamos esclavos del deseo.

  La verdadera libertad no consiste, por tanto, en hacer siempre lo que a uno le place y en dejar de hacer lo que uno rechaza. Cuando uno mismo deja de ir corriendo tras lo que le gusta y de huir de lo que no le gusta, y puesto que no podemos dejar de hacer, sólo queda, entonces, hacer a cada momento lo que ha de ser natural y circunstancialmente hecho; esto es, hacer lo que la propia Vida demanda en cada situación sin que emerjan sentimientos de deseo o rechazo en lo que se hace.
A este modo de hacer los sabios chinos le llaman wu-wei o acción sin acción. Y el hombre inmerso en este modo de actuar es el Hombre-Tao en armonía con la naturaleza del Mundo o, dicho de otra manera, en línea con el Cosmos.
La verdadera acción libre es, desde esta perspectiva, aquélla que no se encuentra teñida de “quiero/no quiero” y la verdadera libertad no es, por tanto, hacer lo que se “quiere”, sino dejar que todo se haga naturalmente e instintivamente a través de uno mismo; tan sólo en este estado, el Ser que se “es” se experimenta sin límites perfilados por los “me gusta/no me gusta” elaborados por el "yo". Tan sólo cuando la acción no va impregnada de ninguna emoción/sensación de atracción o repudio, ésta se torna verdaderamente libre; libre de apego (placer) o rechazo (dolor) y libre del condicionamiento limitador que éstos generan.

  La acción pura, espontánea, desnuda, sin objeto de provecho, exenta de querencia o repulsa, incalificada... es la acción libre; sólo ésta lo es verdaderamente.

  Decía un Maestro Zen: “Nos pasamos la mitad de nuestra vida corriendo detrás de lo que nos gusta y la otra mitad corriendo delante de lo que nos disgusta”, permaneciendo, así, continuamente sometidos a los vaivenes del apego y del rechazo, ¿es esto verdadera libertad?

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