Navegando por este inmenso océano de información indiscriminada que es
Internet, a veces uno tiene el placer de encontrar espacios virtuales en donde
el Dharma genuino se manifiesta en todo su esplendor. Uno de estos espacios es,
Directo al Dharma. En él, Jué-shan,
su autor, un honesto practicante budista al que no conozco nada más que por sus
escritos repletos de humildad e integridad, nos ofrece sus relatos girando en
torno a su propia práctica y experiencia en relación con esta milenaria doctrina.
En su entrada, Un Voto Sonriente,
Jué-shan nos dice lo siguiente: “En
realidad, el término “budismo” equivale a “despertismo”, no a la adoración del
personaje histórico llamado Buda”.
Al leer esto, inmediatamente, me percaté de que si entendemos como eje central
del budismo, la práctica de la meditación mediante las metodologías
específicas, esta frase es una forma de expresar con meridiana claridad la
diferencia entre el budismo y el cristianismo e islamismo. Si bien, esto me
lleva a reflexionar, además, que “budismo”, tal y como lo enseñó el Buda y,
posteriormente, el resto de los que despertaron
a lo largo de la Historia, no sólo no equivale a adorar al Buda histórico, sino que tampoco se refiere a filosofar, previa lectura y análisis de
los textos budistas, interpretando al
mundo y al Hombre en función de las premisas que en estos textos se observan.
De lo anterior, se puede inferir que existen tres modos en que los diferentes
practicantes se acercan al budismo (y yo diría que a cualquier práctica
espiritual, en general):
Cuando se practican
ritos ante la figura del Buda, mediante ceremonias, postraciones y ofrendas, y
se asumen los preceptos y principios del budismo, sin más, a modo de dogmas
incuestionables, nos encontramos, entonces, ante el budismo como una “religión
ortodoxa” más.
Aquellos practicantes, más
curtidos intelectualmente, que se aproximan al budismo a través de la lectura y
reflexión de los textos budistas, vivencian éste, tal vez sin tan siquiera
ellos darse cuenta, como “filosofía de vida”. Así, unos pensadores son idealistas, otros positivistas,... otros, para el caso que nos ocupa, son zenistas, se podría decir, o mahayanistas... o budistas, en general.
Por último, están los que se
entregan de forma precisa y honesta a la metodología budista de la meditación
para re-conocer la experiencia del Despertar. Es a esta tercera vía a la que
Jué-shan viene a referirse como “budismo genuino”; si bien, no lo expresa con
estas palabras que son propias. En torno a este modo de acercarse al budismo
hay toda una ciencia budista de la
contemplación. Y me atrevo a llamar a esta metodología meditativa “ciencia”
porque, como expresara Ken Wilber en su libro Ciencia y Religión, dicha metodología, al igual que la ciencia, se
vale del método epistemológico para
hallar enunciados verdaderos.
Trataré de explicar, a
continuación, como funciona, a rasgos generales, dicho método epistemológico,
que se refiere a los fundamentos y métodos del conocimiento; y de hacer ver
cómo se valen de éste, tanto las ciencias empíricas convencionales como la
metodología de la meditación budista para, ambas, encontrar las verdades que les son propias.
Así, cabe decir que dicho método de búsqueda de verdades concretas, consta de
tres puntos fundamentales que toda ciencia que se defina como tal, ha de
cumplir en sus investigaciones:
El primer punto a elaborar en
toda búsqueda de la verdad, sería el de la recogida
de datos mediante la ejecución del
método prescrito por la comunidad científica o la shanga -en nuestro caso
particular- En este sentido, la Física, por ejemplo, tiene su propio método, la
Biología el suyo, la Sociología el suyo, la Metodología de la Meditación
Budista el suyo -referido, éste, a la infinidad de técnicas meditativas, según
las diferentes escuelas- Si bien, hemos de hacer notar que la naturaleza de la información o datos obtenidos por cada disciplina será bien distinta, pues la
Física observa la materia, la Biología observa la vida, la Sociología observa
las relaciones sociales entre individuos y la Metodología de la Meditación
Budista observa a la propia mente del observador -hasta desembocar en el sí mismo interior, en el cual el observador y lo observado se tornan en uno solo-
Por tanto, hasta aquí tenemos
que tanto el que va a estudiar choques de objetos en una pista habilitada a tal
efecto, como el que hace un cultivo de células en el laboratorio, como el que
elabora una encuesta de intención de voto en las próximas elecciones, como
aquél al que se le encomienda un koan durante su zazen, ejecutará el método
prescrito por su comunidad científica específica, o por su shanga, para la recogida de datos.
El segundo punto a desarrollar
en todo método científico, conforme al desarrollo epistemológico, es el procesamiento de los datos obtenidos; ya
sea en la pista de pruebas, en el laboratorio, en el trabajo de campo llevado a
cabo en la sociedad objeto de estudio o en nuestro propio interior mientras
permanecemos inmóviles en el zafú. Tras dicho procesamiento, estaríamos ya en
condiciones de elaborar teorías o interpretaciones que aporten coherencia
a esos datos.
Y sería en la tercera fase del
método epistemológico, en donde se trabajaría la falsabilidad de la teoría o interpretación
elaborada por el físico, biólogo, sociólogo o budista; de forma que si no
conseguimos refutarla mediante la recogida de nuevos datos, o de anteriores,
que contradigan a éstos, la mencionada teoría o interpretación, por reconocerse
en cualquier espacio y tiempo, desembocará en una ley científica o, para nuestro caso particular, en un principio budista.
Así, una ley, por ejemplo, de
la Física, sería que el
espacio recorrido por un objeto en relación al tiempo que tarda en recorrerlo
nos determina la velocidad de éste, y un principio de la Metodología de la
Meditación Budista podría ser el de la
constatación de la experiencia subjetiva de la Vacuidad.
Las leyes científicas, y los
principios budistas, serán ratificados, una y otra vez, mientras se hagan
debidamente los experimentos. Por tanto, una vez demostrada la irrefutabilidad de
la teoría o interpretación, desembocando ésta en una ley o principio, cualquiera
que se esté formando en una de estas doctrinas, al realizar debidamente el
experimento, en la forma prescrita por su comunidad científica o shanga, habrá
de concluir siempre que V es s/t,
para el experimento físico, y que la
experiencia de la vacuidad es constatable dentro de uno mismo, para el
experimento de la metodología meditativa budista.
Los principios budistas, confirmados una y otra vez por los miembros de la shanga, son los que dieron lugar a los Sutras y a posteriores textos budistas aprobados por la shanga.
Los principios budistas, confirmados una y otra vez por los miembros de la shanga, son los que dieron lugar a los Sutras y a posteriores textos budistas aprobados por la shanga.
De este modo, desde esta nueva óptica, y observando que la
Metodología de la Meditación Budista cumple con los tres aspectos fundamentales
del método epistemológico presente en toda ciencia, creo que ya estamos en
condiciones de referirnos a dicha metodología, como una ciencia de la conciencia o de
la contemplación.
Para
concluir, una vez hemos conocido como se ha elaborado nuestra ciencia de la
contemplación, o cualquier otra ciencia, a través del procedimiento
epistemológico, conviene, ahora, presentar mediante un ejemplo, y de
manera más concreta, el discurrir de dicho procedimiento en nuestro campo de
investigación. Usaremos, para ello, el método de la escuela zen rinzai.
Precisar que en esta escuela
budista, el discípulo tiene como misión verificar por él mismo los principios
del budismo que otros maestros de la shanga, antes que él, ratificaron como
objetos de conocimiento de esta ciencia que les es propia; la ciencia
de la contemplación. Usaron, para ello, como hemos mostrado, el
procedimiento epistemológico o método del conocimiento. El practicante, guiado
por el mismo procedimiento, y usando como herramienta de trabajo el koan, habrá
de llegar él mismo, si elabora el experimento debidamente, a la misma
experiencia a la que han llegado los maestros de la shanga. Así,
el discípulo procederá de la siguiente manera:
Recogida de datos
El maestro entregará al
practicante un koan que éste tendrá que trabajar durante su zazen, y durante
toda su seshin, en la forma en que el maestro le indique. Durante todo este
proceso, el practicante irá, por decirlo de alguna manera, recopilando datos, a
modo de impresiones, que el koan va dejando caer en su conciencia.
Procesamiento de los datos obtenidos
Es importante hacer notar que,
para nuestra ciencia particular, en esta fase del procedimiento, el practicante
no elaborará una teoría con la impresión -a modo de datos- que el koan le ha
provocado en su interior para, más tarde, comunicarla detalladamente al
maestro, con el fin de que éste la confirme o no. Sino que, más bien, dicha
impresión generada en él, provocada por el koan como objeto de estudio, habrá
de verterse en una respuesta o acción sutil que presentará, posteriormente,
ante el maestro.
Hacer saber, además, que el estudio del koan es, en esencia, el estudio que lleva a cabo el observador de su propia mente y de su propio ser, observados, indirectamente, a través del koan.
Hacer saber, además, que el estudio del koan es, en esencia, el estudio que lleva a cabo el observador de su propia mente y de su propio ser, observados, indirectamente, a través del koan.
Sometimiento a la prueba de
falsabilidad -mediante la presentación ante el maestro de la respuesta al koan-
Ya en esta última fase del
método, hemos, en primer lugar, de aclarar que la respuesta válida al koan no
es algo concreto y siempre fijo, sino que, más bien, esta respuesta puede
variar ligeramente en cada discípulo, si bien en todos ellos habrá de venir del
fondo de sí mismo. Un sí mismo, por otro lado, que es uno de los objetos
de conocimiento desentrañados del Kosmos, a través de las diferentes
escuelas de la ciencia contemplativa. El maestro, por hallarse ya instalado en
su propio sí mismo, y por haber dado él ya respuesta a ese koan en su
período de formación ante el que fuera su maestro, está capacitado para
reconocer cuando la solución dada al koan por el discípulo brota de su propio sí
mismo y cuando lo hace de su mente ordinaria. De manera que si la
contestación facilitada por éste no es de la misma naturaleza que la que en su
tiempo dieron los maestros de la shanga, es decir, la respuesta no es un
reflejo de que el discípulo se haya instalado en su sí mismo, se
entenderá, entonces, que el practicante no ha tenido acceso a dicha dimensión
de su ser, y dicha respuesta se tendrá, finalmente, por invalidada.
El experimento no se habrá realizado
debidamente, no superando la prueba de falsabilidad, por lo que el practicante
no habrá constatado por el mismo alguna de las verdades subyacentes en la
doctrina budista a las que habría de arrojarle el koan. Éste, por tanto, deberá
comenzar de nuevo el experimento, conforme a nuestro método epistemológico
particular.
De esta manera, hemos podido comprobar que el budismo genuino está más allá de la
religión, más allá de la filosofía. El budismo originario es toda una ciencia
experiencial. Un camino de madurez humana que nos ha de llevar al Hombre que
está por venir. Los Despiertos del pasado, son los hombres y mujeres del
futuro.
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