La
práctica Zen no va dirigida hacia la obtención de alguna especie de
santidad o a la conversión última en alguna especie de
superhombre.
Ésta
sublime práctica, tan sutil y extremadamente simple, tanto que no
llega a “tocar” al intelecto, se refiere al anclaje del
cuerpo-mente-uno en el instante de ahora
que acontece a nuestro alrededor; cuerpo-mente-ahora. Aquí,
no se manifiesta Santo o Superhombre alguno; tan sólo el Hombre
Integrado es.
El
Hombre Integrado es... Aquél que sereno y atento no experimenta
contradicción entre lo que piensa, lo que dice y lo
que hace.
El Hombre Integrado es... El Ser sin fractura; reunidos nuevamente los trozos, amorosamente unidos, mira a su alrededor y comprende que esto es TODO lo que hay. Las figuraciones mentales, ¿dónde están ahora? ¡Qué dicha tan serena!
El
Sol sale, los edificios uno junto a otro, a un lado el mar, al otro
las montañas... la Luz-Viva todo lo toca insuflando Vida y la Conciencia
consciente es por dentro y allá a donde se mira.
El
Hombre Integrado es el Ser sin fractura es Conciencia consciente de sí es... que finalmente comprende que
la Vida no se puede entender, tan sólo sentir más allá del entendimiento.
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