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1 ago 2012

El Zen está hecho para todos, pero no todos están hechos para el Zen

  Comentaba una amiga acerca de los "disminuidos emocionales". Me llamó la atención el término usado para referirse a aquellas personas -de todos los niveles culturales- incapaces de detenerse a revisar, y mucho menos cuestionar, su conducta hacia sí mismos y hacia los demás; como si las agresiones infringidas por ellos hacia otros, estuvieran justificadas en la certeza de que son siempre los demás los responsables de la conducta agresiva de ellos mismos. Y es que, para ellos, él/ella se lo ha buscado. Yo los llamo de forma parecida, "inválidos afectivos"; ahí están.

  Y, en relación con ellos, alguna cosa he aprendido: que no enseñarás nada a nadie que él mismo no quiera aprender. Esto es que por más que abras tu corazón al otro (a uno de estos inválidos afectivos), nada le llegará si el suyo propio está cerrado.
Pero, por ello, uno mismo nunca ha de dejar de aprender y ser mejor persona cada día, si así lo siente. Y de regalar lo que aprende a quien lo quiera recibir. Sin esperar nada a cambio; por uno mismo y para uno mismo. La verdadera recompensa, esa dicha de Ser que estalla en un millón de algos que no alcanzan a ser nombrados, siempre llega desde dentro de cada uno, nunca del reconocimiento de los demás. La verdadera dicha está en el propio acto de dar, y culmina al ver como el otro lo toma y aprende; en silencio, sin aplausos. Y no se desmerece un ápice si el otro no quiere tomar lo ofrecido.

   La invalidez emocional es difícil de tratar, incluso, en las personas inteligentes, por el hecho de que éstas, cuando no saben relacionarse afectivamente de forma constructiva, en su delirio, terminan creyendo que por ser ellos tan listos, sus razonamientos acerca de ellos mismos y de los demás nunca son erróneos. La misma Razón que ellos saben usar tan bien siempre les da la razón. Y esta invalidez emocional que padecen algunas de las personas más inteligentes es, también, la más peligrosa, pues nosotros mismos convertimos a los inteligentes, sin tan siquiera darnos cuenta, en alguna especie de autoridad a la que hemos de escuchar con atención. De manera que, si alguien tan ilustrado nos dice que somos imbéciles, a veces, secretamente, pensamos que tal vez tenga razón...

   La ignorancia sólo se hace permanente en aquéllos que no creen tenerla. Por ello, una vez aprendido esto, cuando me topo con alguna de estas personas que creen saberlo todo acerca de la Vida, ya no voy de salvador y, con prudencia, me retiro; "vivo" mi vida mientras él/ella se consume en la suya, sin tan siquiera darse cuenta .
   Y es que, ¿quién dijo que el Dios justo existe? ¿que la justicia existe? Nada de eso es... Sólo uno mismo puede realizar completamente su vida llenándola de alegría de vivir, a través de responsabilizarse plenamente de ella; a través de la AUTOrrealización. Ningún Dios la realizará por cada cual, ni vendrá a socorrerle en forma de galán caballero o hermosa dama, inesperadamente aparecidos. La justicia es una paja mental del intelecto. La Vida no entiende acerca de justo o injusto. La Vida, simplemente, se despliega, y uno mismo ha de intuir y tratar de anticiparse... A veces, cuando se está exhausto y ya sin fuerzas, pero el Corazón quiere continuar, la Vida, no se sabe cómo, echa un cable, pero, finalmente, el resto del largo Camino es intuir y tratar de anticiparse. La Sabiduría no se regala. Hay que rasgar, dolorosamente, hacia adentro de uno mismo para encontrarla. Éste es el largo Camino. Para, finalmente, intuir y tratar de anticiparse. Sólo eso, intuir y tratar de anticiparse. Nada más que hacer, pues no se puede hacer nada más. Y en este reconocimiento, uno se experimenta vividamente vivo y una extraña comprensión, más allá de lo bueno y de lo malo, a todo y a todos los abraza compasivamente, amorosamente; porque esta comprensión nos revela que todo y todos conforman el mejor Universo material que, con estas leyes de la Física y de la Psique, puede ser creado. Éste es el precio que hay que pagar por nacer como Seres Humanos de carne, en un Universo de materia. Un Universo material, que posibilita su existencia mediante el flujo de la energía que se da en los procesos básicos de creación y destrucción. Y ésta es la única Justicia existente, la Justicia Universal; que equilibra toda la destrucción que se da en el Mundo con la misma cantidad de creación en él.

  Y cuando se aprende a vivir la Vida con sus verdaderas reglas, ésta ya no se aparece hostil. Un nuevo y desconocido gusto por la existencia pura y extraña brota desde el más profundo centro. Y los disminuidos emocionales dejan ya de afectar, pues se comprende que si, cuando te miran, no te ven, es, entonces, que tú no puedes hacer nada, nada para ayudarles. 

   La Vida es así de justa y de injusta. Así, continuamente, crea y destruye para poder existir. Porque el Dios Misericordioso que nos observa desde los Cielos, mientras esperamos que interceda, sólo existe en las mentes de los Hombres y Mujeres que aún son ingenuos como niños.

   La Vida es así... imperfecta para la Razón, pero perfecta para sus propios fines. Y cuando te empeñas en salvar a uno de estos disminuidos emocionales, corres el riesgo de que él te arrastre consigo. Por ello, cuando uno de éstos inválidos afectivos pide ayuda hay que dársela y cuando no, simplemente, hay que dejarlo ir; aún cuando creamos amarlo/a mucho.

   En la practica del Zen se comprende esto a todos los niveles del Ser Humano y se expresa en la frase, “el Zen está hecho para todos, pero no todos están hechos para el Zen”.
Así, el Maestro no busca al discípulo. Éste viene a él por sí solo. Y, por su propio pie, se marcha cuando quiere.